Después del 2-D de 2007, habiéndose frustrado el gran sueño de Hugo Chávez de convertir a Venezuela en un estado socialista gobernado por él mismo hasta la eternidad, su actitud en una primera instancia fue racional. Pensó que había que darse tiempo, atribuyó su derrota al haberse establecido una meta muy alta para el nivel de conciencia política del pueblo, a la falta de ayuda desde las gobernaciones y alcaldías y a la falta de organización, planificación y trabajo político.
Sin embargo, a las pocas horas, con una gran dosis de visceralidad y agresividad como suele caracterizarle, inició una cacería de brujas en lo interno, apartando de su entorno a gobernadores y alcaldes a quienes juzgó como incapaces y traidores por no haber hecho lo suficiente para asegurar su victoria en sus regiones.
Contra el liderazgo opositor desató una agresividad mayor aún y con su lenguaje escatológico dejó al descubierto una vez más su podrida alma. Utilizando todos el poder que acapara desde el ejecutivo, legislativo y electoral, se convirtió en el “Supercandidato” para las elecciones regionales para mantener la hegemonía política en el país. Solo confió a medias regiones estratégicas a quienes supone sus incondicionales, como fue el caso de: Diosdado cabello en Miranda, Mario Silva en Carabobo, Jesee Chacón en el municipio Sucre, Aristóbulo Istúriz para la Alcaldía Metropolitana de Caracas, Giancarlo Di Martino en la gobernación del Zulia Y Jorge Rodríguez (hijo) para la alcaldía del municipio Libertador en la capital. Pero, exceptuando esta última, en todas las demás zonas estratégicas perdió electoralmente.
Esta vez, no hubo proceso racional de adaptación a la frustración, puesto que la urgencia de la situación económica que se le viene encima al país no le permite darse ese lujo y convoca a través de los borregos de La Asamblea Nacional y el CNE al referendo sobre la enmienda constitucional sobre la reelección indefinida presidencial, asegurando además, que una vez logrado el triunfo profundizará el proceso socialista, negando la realidad.
En el fondo, se trata que un ser con el ego tan inflado como Hugo Chávez asegura que el pueblo venezolano quiere el socialismo como medio de vida, así como está plenamente convencido de ser indispensable y que se le quiere como presidente vitalicio. Su angustia, sus miedos, su inseguridad de perder el poder y la pérdida de su imagen, inconcientemente le obligan a negar y a justificar la derrota, reprime ideas (como por ejemplo, no perdió Caracas porque ganó en el municipio libertador, aunque haya perdido en todas las demás áreas que conforman el Distrito Metropolitano o no perdió Carabobo, porque aunque la gobernación está en manos de la oposición, las alcaldías tienen “rodeado” al gobernador”). Aplicando el mecanismo de regresión, radicaliza más su discurso y acomete una serie de actos ilegales en contra de adversarios (como es el caso de Manuel Rosales) o impide la toma del cargo de gobernadores (como lo hizo con Enrique Salas en Carabobo y César Pérez Vivas en Táchira).
Proyecta o transfiere la culpa de la derrota en sus subalternos y comienza por hacer firmar a los nuevos alcaldes y gobernadores, un compromiso de lealtad para trabajar por la reelección presidencial.
Chávez niega la realidad y vive su fantasía socialista y totalitaria y, ¿es que él puede hacer otra cosa? Por Chávez esperan múltiples juicios a nivel nacional e internacional por delitos de diversa índole.
Lamentablemente para él y felizmente para los venezolanos, las encuestas dicen que volverá a perder este proceso electoral de forma plebiscitaria el 15 de Febrero de 2009 y su piso político seguirá deteriorándose. Su mandato tiene fecha de vencimiento en el 2012 (si es que su debilitamiento político le permite llegar allá) y mientras tanto, Venezuela irá fortaleciéndose democráticamente.