RESUMEN DE MI VIDA PROFESIONAL Y POLÍTICA

sábado, 2 de agosto de 2008

INTERNET COMO EXPRESIÓN DE INTOLERANCIA


La sociedad venezolana ha sufrido un proceso de polarización muy intenso en los últimos tiempos. Venezuela fue gestando un caldo de cultivo donde progresaba el incremento de la pobreza y la marginalidad, la división de clases sociales y la explosión social.

La sociedad se polarizó y radicalizó en sus posiciones, alcanzando la epicrisis el 11 de Abril de 2002. Dividida en dos pedazos, cada uno de los sectores en pugna se cataloga como los buenos (nosotros) y los malos (ellos). La fuerzas democráticas y vivas de la sociedad, tales como: medios de comunicación, La Iglesia, la familia, el sector estudiantil, sindicatos, Organizaciones No Gubernamentales, Asociaciones Civiles y gremios profesionales, se han visto en la necesidad de adoptar una posición en alguno de los extremos. Inclusive, el poder de fuego en manos de militares y fuerzas policiales ha sufrido el mismo proceso de radicalización. Ante este nivel de polarización, las posiciones intermedias, críticas, no tienen cabida, por lo tanto, o estás conmigo o estás contra mí.

Lo anterior ha traído como consecuencia que el debate público sea intolerante; el mensaje de un grupo hacia otro es de inculpación, deslegitimación y de negación del otro; fuertes cargas emocionales se desatan en el discurso con posiciones intolerantes y de negación al diálogo y al razonamiento; con la pérdida de la ética y de los más elementales principios de convivencia ciudadana. El debate político polarizado se traslada al quehacer diario y las personas terminan involucrados de tal manera, que provocan el quiebre del su equilibrio emocional, el quiebre orgánico de su salud e inclusive, el quiebre afectivo.

Internet no escapa del escenario polarizado. Por el contario, los foros políticos virtuales son el escenario de la más despiadada batalla donde no privan las ideas y los argumentos de peso, sino la descalificación; la desconfianza de todo aquel que no utilice un lenguaje radical y obsceno, por cierto, mucho peor que en el intercambio verbal real, ya que el anonimato le permite a los participantes desinhibirse de factores morales, cívicos y éticos y dar rienda suelta a sus instintos más básicos y primitivos de ataque contra quien supone es su enemigo, aunque la víctima de sus embates comparta su mismos ideales democráticos.

Por tal motivo, el lenguaje irónico, descalificativo, la discriminación racial, social, religiosa y de sexo, es abordada con una simplicidad impresionante. Los términos utilizados como: “chaburros”, “escuacas”, “monos”, “oligarcas”, “vendepatrias”, etcétera, son de obligatoria utilización para permanecer por algunas horas intercambiando insultos contra el “otro”.

En mi opinión personal, ninguno de los dos grupos radicalizados tiene la razón y a la vez, ambos la tienen. En lo que a mí respecta he tratado de no dejarme absorber por la radicalización desde que este fenómeno comenzó a cobrar vida y he intentado no ofender a nadie, pero humano soy y reconozco que en ocasiones he fallado también. Así mismo pienso, que podríamos vivir divididos toda la vida, pero la reconstrucción de Venezuela como sociedad solo podrá lograrse cuando la intolerancia y la polarización lleguen a su fin, sin que ello implique la desaparición de la pluralidad de ideas.

Quisiera terminar estas reflexiones con un célebre pensamiento de Arturo Uslar Pietri:

“La palabrota que ensucia la lengua termina por ensuciar el espíritu. Quien habla como un patán, terminará por pensar como un patán y por obrar como un patán. Hay una estrecha e indisoluble relación entre la palabra, el pensamiento y la acción. No se puede pensar limpiamente, ni ejecutar con honradez, lo que se expresa en los peores términos soeces. Es la palabra la que crea el clima del pensamiento y las condiciones de la acción”.

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