Varias fuentes extraoficiales han confirmado lo que parecía ser una tendencia en Venezuela: la multiplicidad de encuestas realizadas a lo largo y ancho del territorio nacional, muestran que aproximadamente el 45% de los electores se consideran “independientes”, “ni-ni” o “del medio”. Aproximadamente 30% se identifican con el gobierno y 25% con la oposición.
No llegamos a esto en forma gratuita. Ni mucho menos tiene que ver con indiferencia, apatía o indecisión. El modelo de la “democracia representativa” necesitó 40 años para ser cambiado, aunque su agotamiento se vislumbraba después de los primeros veinte. Los 20 años restantes fueron de inercia política. Para el modelo de la “democracia participativa y protagónica”, 10 años fueron suficientes.
Ahora, hay tres grandes datos que se han develado por las encuestadoras a nivel regional y que traen a todos los partidos políticos de cabeza (me refiero tanto a los de oposición como a los oficialistas):
1° El porcentaje de participación el 23-N probablemente rebasará el 85%. Esto dice mucho de la conciencia de la población sobre la importancia de estas elecciones.
2° Entre el 50 al 55% de los encuestados que han manifestado intención de voto, “supuestamente” no han decidido por quien votar. Aquí se incluyen los que han respondido No sabe/no contesta.
3° El restante 50 a 45% de los que acudirán a votar, su preferencia difiere mucho de si se le pregunta por partidos políticos o por candidatos. Esto se explica porque a nivel regional hay liderazgos indiscutibles y son reconocidos por el elector -sean del bando opositor o del oficialista- pero cuando a la gente se le pregunta por cual partido votará, allí empieza Cristo a padecer. La mayoría de la gente no se identifica con partido político alguno; llámese AD, Primero Justicia, Copei, Podemos, PSUV, PPT o PCV. Es decir, su identificación es con los candidatos, no con los partidos políticos.
Esto último ratifica lo que he venido denunciado desde hace mucho tiempo. No se trata de una posición antipartidista. Se trata que la gente (de ambos bandos) está cansada de partidos políticos sin ideología, sin norte claro, sin liderazgo (incluido el de Chávez). Está cansada de promesas, de tanta habladuría, de tanta corrupción, de ineficacia y de falta de gerencia. Está cansada de ver a los dirigentes pelearse como perros y gatos por una candidatura, mientras a ellos les toca vivir la dura realidad del día a día.
En conclusión, las decisiones que se están tomado el los cenáculos partidistas para la elección de las candidaturas “únicas”, se hacen en base a la mitad de las personas que piensan ir a votar. O dicho de otra manera, los partidos políticos no tienen ni idea por quien votará la mitad de los asistentes a las urnas electorales. De ese argumento, precisamente, es que se han valido los precandidatos cuyas diferencias porcentuales con otros son equivalentes al error muestral de las encuestas, para no renunciar a sus aspiraciones.
De manera que, sí con el desarrollo de la campaña electoral esta incógnita se despeja, el panorama político se aclarará. En caso contrario, estas elecciones traerán muchas sorpresas.
No llegamos a esto en forma gratuita. Ni mucho menos tiene que ver con indiferencia, apatía o indecisión. El modelo de la “democracia representativa” necesitó 40 años para ser cambiado, aunque su agotamiento se vislumbraba después de los primeros veinte. Los 20 años restantes fueron de inercia política. Para el modelo de la “democracia participativa y protagónica”, 10 años fueron suficientes.
Ahora, hay tres grandes datos que se han develado por las encuestadoras a nivel regional y que traen a todos los partidos políticos de cabeza (me refiero tanto a los de oposición como a los oficialistas):
1° El porcentaje de participación el 23-N probablemente rebasará el 85%. Esto dice mucho de la conciencia de la población sobre la importancia de estas elecciones.
2° Entre el 50 al 55% de los encuestados que han manifestado intención de voto, “supuestamente” no han decidido por quien votar. Aquí se incluyen los que han respondido No sabe/no contesta.
3° El restante 50 a 45% de los que acudirán a votar, su preferencia difiere mucho de si se le pregunta por partidos políticos o por candidatos. Esto se explica porque a nivel regional hay liderazgos indiscutibles y son reconocidos por el elector -sean del bando opositor o del oficialista- pero cuando a la gente se le pregunta por cual partido votará, allí empieza Cristo a padecer. La mayoría de la gente no se identifica con partido político alguno; llámese AD, Primero Justicia, Copei, Podemos, PSUV, PPT o PCV. Es decir, su identificación es con los candidatos, no con los partidos políticos.
Esto último ratifica lo que he venido denunciado desde hace mucho tiempo. No se trata de una posición antipartidista. Se trata que la gente (de ambos bandos) está cansada de partidos políticos sin ideología, sin norte claro, sin liderazgo (incluido el de Chávez). Está cansada de promesas, de tanta habladuría, de tanta corrupción, de ineficacia y de falta de gerencia. Está cansada de ver a los dirigentes pelearse como perros y gatos por una candidatura, mientras a ellos les toca vivir la dura realidad del día a día.
En conclusión, las decisiones que se están tomado el los cenáculos partidistas para la elección de las candidaturas “únicas”, se hacen en base a la mitad de las personas que piensan ir a votar. O dicho de otra manera, los partidos políticos no tienen ni idea por quien votará la mitad de los asistentes a las urnas electorales. De ese argumento, precisamente, es que se han valido los precandidatos cuyas diferencias porcentuales con otros son equivalentes al error muestral de las encuestas, para no renunciar a sus aspiraciones.
De manera que, sí con el desarrollo de la campaña electoral esta incógnita se despeja, el panorama político se aclarará. En caso contrario, estas elecciones traerán muchas sorpresas.
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