En el otoño de su vida, cuando pensaba que se llevaría a la tumba sus ideales comunistas y su sueño de poder, apareció el golpista con ideas de izquierda. Entonces, sus esperanzas renacieron y llegó a ser recibido por aquel preso de Yare. Ese mismo que mantenía conversaciones y discusiones acaloradas con un busto de Simón Bolívar, en las horas que se le permitían salir de su celda para tomar el sol. A fin de cuentas, se merecía ser recibido por él, dado que bastante se había arriesgado al prestarle en varias oportunidades su oficina para las reuniones clandestinas del MBR-200. No se conocían, es verdad, porque cuando se actúa al margen de la legalidad hay que tratar de mantenerse de incógnito por si las cosas salen mal, pero ahora estaba dispuesto a cobrar el favor y quería plantearle sus planes.
Una vez presentados y compartir ideas comunes, se dispuso a diseñar una estrategia política para ser apoyada por todos los partidos de izquierda, que posteriormente habrían de apoyar a Caldera en su enésima candidatura presidencial, con el objetivo de lograr que el preso de Yare no recibiera una sentencia judicial en firme, por los delitos cometidos el 4 de Febrero de 1992 y por lo tanto la inhabilitación política.
En cada una de sus visitas a Yare intentaba venderle a su pupilo la idea de la Asamblea Constituyente, como la única vía para lograr la transformación del país en un estado socialista. Era escuchado, pero a su interlocutor no le interesaba la idea. Él intentaba tomar el poder por las armas, intentando coordinar detrás de las rejas un nuevo golpe de estado que después se concretaría el 27-N de 1992.
Como la estrategia de Miquilena dio resultado, Chávez salió a la calle sin sentencia ni inhabilitación y a la salida del centro carcelario le esperaba su tutor. Le abrazó y lloró con él. Pero, su pupilo tenía sus propias ideas y quería recorrer el país para promover la “abstención activa”. La camioneta Toyota usada que le serviría para el periplo se la había regalado también Miquilena quien hasta le prestó un apartamentico suyo en Altamira para que viviera, porque ni su familia ni sus amigos le querían recibir en su casa.
Al darse cuenta que su llamado a la abstención no iría para ninguna parte, el golpista excarcelado regresó donde su tutor, quien le habló nuevamente de llegar al poder por los votos. Él mismo le serviría de coordinador para recoger las finanzas necesarias para su campaña, gracias a los múltiples contactos que tenía durantes tantos años de experiencia en la arena política. Pero, como su discípulo se mostraba reacio a la idea de ser candidato, le consiguió una entrevista con Fidel Castro en Cuba, su ídolo político, para que este terminara de convencerlo y así fue.
Al llegar al poder, Miquilena se comportó como un radical más de todos los que acompañaban al nuevo presidente. Menospreciaba las ideas de los partidos democráticos y a la sociedad civil y adoptó una actitud de soberbia e intolerancia. Pero, cuando se percató que había creado un monstruo y sus poderes eran cercenados cada vez más por su malformada criatura, su olfato político le mostró la vía de salida y el retiro de escena.
Ahora, el Dr. Frankenstein viene a dictar cátedra a la sociedad civil que despreció y a los partidos políticos que repudiaba, al mostrarles cual es la actitud que deben asumir en temas como: la unidad opositora, las leyes habilitantes, las inhabilitaciones políticas, etcétera. Ahora pretende convertirse en nuestra conciencia política y a tratar de reivindicarse con el país.
Ya es tarde.
En primer lugar, porque ya sabemos muy bien quien es este engendro con su revoltijo de ideas antiimperialistas trasnochadas entrelazadas con socialismo moderno y democracia. Y segundo, porque a pesar de los pesares, los partidos de oposición han desarrollado una ruta democrática para salir de la pesadilla roja, y es precisamente esa sociedad civil que “él no sabía con qué se comía” la que no les permite salirse de su camino.
¿Qué intentarán pasar decretos con fuerza de ley para aprobar lo rechazado en el referendum de reforma constitucional? Ya hemos rechazamos la reforma del curriculum educativo y la “ley sapo” sin que necesitáramos de sus sabios consejos. La unidad opositora total vendrá, quieran o no los partidos políticos y a la par, la sociedad civil rechazará todo intento totalitario apoyado por leyes anticonstitucionales.
Una vez presentados y compartir ideas comunes, se dispuso a diseñar una estrategia política para ser apoyada por todos los partidos de izquierda, que posteriormente habrían de apoyar a Caldera en su enésima candidatura presidencial, con el objetivo de lograr que el preso de Yare no recibiera una sentencia judicial en firme, por los delitos cometidos el 4 de Febrero de 1992 y por lo tanto la inhabilitación política.
En cada una de sus visitas a Yare intentaba venderle a su pupilo la idea de la Asamblea Constituyente, como la única vía para lograr la transformación del país en un estado socialista. Era escuchado, pero a su interlocutor no le interesaba la idea. Él intentaba tomar el poder por las armas, intentando coordinar detrás de las rejas un nuevo golpe de estado que después se concretaría el 27-N de 1992.
Como la estrategia de Miquilena dio resultado, Chávez salió a la calle sin sentencia ni inhabilitación y a la salida del centro carcelario le esperaba su tutor. Le abrazó y lloró con él. Pero, su pupilo tenía sus propias ideas y quería recorrer el país para promover la “abstención activa”. La camioneta Toyota usada que le serviría para el periplo se la había regalado también Miquilena quien hasta le prestó un apartamentico suyo en Altamira para que viviera, porque ni su familia ni sus amigos le querían recibir en su casa.
Al darse cuenta que su llamado a la abstención no iría para ninguna parte, el golpista excarcelado regresó donde su tutor, quien le habló nuevamente de llegar al poder por los votos. Él mismo le serviría de coordinador para recoger las finanzas necesarias para su campaña, gracias a los múltiples contactos que tenía durantes tantos años de experiencia en la arena política. Pero, como su discípulo se mostraba reacio a la idea de ser candidato, le consiguió una entrevista con Fidel Castro en Cuba, su ídolo político, para que este terminara de convencerlo y así fue.
Al llegar al poder, Miquilena se comportó como un radical más de todos los que acompañaban al nuevo presidente. Menospreciaba las ideas de los partidos democráticos y a la sociedad civil y adoptó una actitud de soberbia e intolerancia. Pero, cuando se percató que había creado un monstruo y sus poderes eran cercenados cada vez más por su malformada criatura, su olfato político le mostró la vía de salida y el retiro de escena.
Ahora, el Dr. Frankenstein viene a dictar cátedra a la sociedad civil que despreció y a los partidos políticos que repudiaba, al mostrarles cual es la actitud que deben asumir en temas como: la unidad opositora, las leyes habilitantes, las inhabilitaciones políticas, etcétera. Ahora pretende convertirse en nuestra conciencia política y a tratar de reivindicarse con el país.
Ya es tarde.
En primer lugar, porque ya sabemos muy bien quien es este engendro con su revoltijo de ideas antiimperialistas trasnochadas entrelazadas con socialismo moderno y democracia. Y segundo, porque a pesar de los pesares, los partidos de oposición han desarrollado una ruta democrática para salir de la pesadilla roja, y es precisamente esa sociedad civil que “él no sabía con qué se comía” la que no les permite salirse de su camino.
¿Qué intentarán pasar decretos con fuerza de ley para aprobar lo rechazado en el referendum de reforma constitucional? Ya hemos rechazamos la reforma del curriculum educativo y la “ley sapo” sin que necesitáramos de sus sabios consejos. La unidad opositora total vendrá, quieran o no los partidos políticos y a la par, la sociedad civil rechazará todo intento totalitario apoyado por leyes anticonstitucionales.
Lástima que como buen comunista este inefable personaje sea ateo, porque de lo contrario le sugeriríamos que fuera a confesarse todos los días para que tratara de encontrar la exculpación de sus pecados, pero si le podemos mandar a “lavar ese paltó”.
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