¿ ME VOY O ME QUEDO?
LA PSICOLOGÍA DEL EMIGRANTE
Yo no soy nadie para decirle cual es la decisión que debe usted tomar, ante la situación que estamos viviendo en Venezuela. Usted mejor que nadie sabrá que es lo mejor para su familia y para usted mismo. Pero, antes de tomar una decisión definitiva, por favor lea estas líneas. Si aún después de leerlas, considera que es el momento de partir, entonces le deseo la mejor de las suertes.
En una conversación que sostenía con un amigo que decidió emigrar con toda su familia, llegó a mi mente algo que leí en alguna parte y que me toco recordar muchas veces en mi vida -para no tomar decisiones viscerales-, ya que en tres oportunidades fui emigrante. Claro que en esas oportunidades, me fui del país por razones de trabajo y en la búsqueda de una mejor calidad de vida. En aquellas oportunidades, dentro de los argumentos que yo debía poner en la balanza para la toma de mi decisión de emigrar o no, el argumento político no existía. Eran los tiempos de la famosa 4ª. República… aún así, considero que el hacer consciente “La psicología del emigrante”, puede serle de mucha ayuda.
Todo se inicia cuando una persona se encuentra en su lugar de origen y comienza a acariciar la posibilidad de irse a vivir a otro país. Los argumentos siempre son los mismos: aquí la situación está muy difícil, el costo de la vida es muy elevado, no veo futuro, etc, etc. En cambio, se idealiza el lugar de destino: allá todo es más bonito, más organizado, no hay tantos problemas, hay más fuentes de trabajo, etc, etc. La persona que se encuentra en esta disyuntiva pude tomar dos caminos: opción 1, se queda y enfrenta la realidad, asumiendo con determinación su futuro y el de su familia u opción 2, decide emigrar.
Después de todos los trámites, el papeleo, el sufrimiento, la mudanza y todo lo demás, finalmente se llega al país de destino. Una vez allí, el individuo vive inicialmente el período de “luna de miel”. Todo parece maravilloso, los amigos o familiares –si cuenta con alguno- se hacen solidarios y hacen lo posible por hacerlo sentir a gusto.. Poco tiempo después, el emigrante debe enfrentarse a otra cultura, otras costumbres, otras situaciones. Comienza a darse cuenta que conseguir trabajo no es tan fácil y si lo consigue, se da cuenta que el costo de la vida también allí es elevado, que la situación es difícil de llevar. Aquel que no cuenta con amigos, se siente aislado y si existe discriminación racial, pues peor, etc. De repente, empieza a añorar a su país, recuerda su familia, sus amigos, como era apoyado por ellos en las situaciones difíciles, como se sentía de bien en su patria, añora sus paisajes, el clima, etc.
En ese momento, el emigrante comienza a pensar que pudo haber cometido un error al emigrar. Allí, nuevamente se presenta la disyuntiva: retornar a su patria o enfrentar la dura realidad y hacerse cargo de la situación y superarla. En caso de lo último, el emigrante se radica definitivamente en ese nuevo lugar y hace su vida allí, en caso contrario, retorna al punto de origen y nuevamente el ciclo vuelve a repetirse e inclusive, puede volver a iniciarse soñando con otro punto de destino, otro país.
Le sorprenderá, que hay gente que vive de esa manera toda su vida, sin echar raíces en ninguna parte.
Ahora bien, apartando “La psicología del emigrante” y su fatal círculo vicioso que puede enfermar a cualquiera, le doy una opinión muy particular: yo no me voy a asustar porque me van a ideologizar a mis hijos, yo no me voy a asustar porque se quieren adueñar de todo, yo no me voy a asustar porque no se ve una salida democrática, yo no me voy a asustar por ninguna otra razón. Yo me voy a quedar a luchar por mis derechos y por mi país. De mis hijos y su conciencia política me encargo yo y la calle seguirá estando allí para protestar cuantas veces sea necesario.
¿Quién dijo que salir de un régimen totalitario es fácil? ¿Es que acaso le vamos a entregar nuestro país al innombrable en bandeja de plata, como hicieron los cubanos con Fidel?
En el caso que aún siga pensando que se marcha, piénselo otra vez. Y si en algún momento después de haberse marchado desea regresar a Venezuela, porque “La psicología del emigrante” lo agarró, quizás ya no exista esa Venezuela libre para poder hacerlo.
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